jueves, 6 de diciembre de 2007

"Viva la gente" de Merino Andrés

"Viva la gente. La hay donde quiera que vas.
Al menos, eso cantábamos en los Ochenta en aquellos bancos de madera relucientes de la parroquia.
Y quién dice que hayan pasado veinte años o más, si seguimos eternamente jugando en el patio del cole, queriendo ser los primeros a empujones con el jubilado en cualquier cola que se precie aunque con ello reafirmemos nuestra enorme inquietud por la Cultura si la cola en cuestión es la de la nueva ampliación del Museo del Prado, si seguimos corriendo delante de los grises con la prepotencia verbal que caracteriza a los que tuvieron el privilegio de poder estudiar en un tiempo tan difícil para ello y tan propicio, sin embargo, para ser obligado a currar por cuatro perras.
Viva la gente. Que está siempre dispuesta a ayudar a otra gente, si se mantiene a una distancia prudencial, es decir, bien lejos. Ayudemos a los niños necesitados que viven en continentes con mucha agua de por medio, compadezcamos a los árabes y a los israelíes o sólo a unos u a otros como quien elige equipo de fútbol y es capaz de matarse a cabezazos por él y todo mientras nos tomamos las cañitas estipuladas los días de fiesta en espacios mínimos echando los humos de nuestros arraigados vicios sobre las caras de los niños que son nuestros propios vecinos, los hijos de nuestros más queridos amigos de dinero en el bolsillo.
Sintamos pena por aquellos desamparados que en algún lugar pasarán hambre y frío ahora que miramos las nuevas luces tan bonitas que ha puesto el Ayuntamiento para estas fechas desde la ventana de un autobús y a ser posible, dando la espalda a la embarazada de cinco meses que va de pie a nuestro lado y ha trabajado ocho horas con ciática, nauseas y marcada discriminación sexual en su puesto de trabajo porque al fin y al cabo, la mujer no deja de existir a partir de los cincuenta, no existe ni para sus amigas en cuanto decide que gestar es más alentador para su propia vida que el verse enfundada en una talla 38.
Sintamos el espíritu navideño adoptando las costumbres yanquis de los establecimientos de café solidarios porque están haciendo una gran labor social a la vez que tomamos esos cafés caros y calentitos en sus inconfundibles vasos de papel siempre reciclado y pitamos al coche de delante que se ha despistado en cualquier semáforo que ya se ha puesto en verde mientras nos declaramos troskistas con los amigos y renegamos de ser adictos a la nueva coca-cola para diabéticos y de diseño tan fascinante al mismo tiempo.
Sintámonos felices al fin y al cabo porque aunque acuchillen a cualquier inmigrante en la puerta de una discoteca en un polígono industrial de Alcorcón, que tan poco nos pilla muy cerca, ¡viva la gente! porque la hay y la seguirá habiendo donde quiera que vas. Muy a tu pesar."



Merino Andrés.

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